En
mi tierra las gentes son sencillas y humildes, personas honradas que viven de
su propio trabajo y que sin duda, esperan cualquier noticia del exterior, para
sentirse especiales e importantes. Pues ellos son más importantes de lo que
ellos se llegan a creer.
En
mi tierra nacen flores de todos los colores, de todos los tamaños y sobre todo
de todos los aromas, nacen flores que sólo en los sueños de los enamorados
existen, allí están las flores que cualquiera desearía regalar a una princesa,
a una bella dama, a una madre o a alguien especial para ser recordado para
siempre.
Pero
en mi tierra sólo llegan barcos y más barcos que reparten esas flores, y a
cambio dejan unas monedas brillantes, que hacen que todos se vuelvan locos,
hacen que se peleen los unos con los otros, que hacen que los hermanos se dejen
de hablar, que consiguen que los amigos se dejen de tratar, y sobre todo que
hacen que todos… lleguen a discutir.
En
mi tierra, todos tienen esas monedas, también tienen miles de flores, pero
ninguno de ellos puede llegar a ser feliz…
Un
día hace mucho tiempo llamó a la puerta de mi casa un hombre, con muy poca ropa
limpia y con muy pocas monedas en el bolsillo, pero tenía algo que para mí
resulto muy extraño, una sonrisa en la boca. Ese hombre, había llegado con el
último barco, que se llevaría las flores más selectas de la parte norte, las de
olor intenso, aroma eterno y brillo de luna.
Ese
hombre me pidió un sitio donde dormir, un lugar donde descansar, y un lugar
donde poder mirar al cielo… un cielo que como para todos era siempre lo mismo,
bombillas encendidas, que acompañaban a una luna que a veces era grande y otra
era pequeña.
Acepté,
y quede con él en que ya veríamos al día siguiente la forma de pago, lo primero
que le ofrecí fue una ducha y un poco de ropa limpia, para que después
pudiéramos comer los dos solos en la terraza, compartiendo un vino, con néctar
de abejas caliente.
Sin
dudarlo, ni un solo segundo cumplió con mis peticiones y una vez que estuvimos
sentados en la mesa, levantó su copa e hizo un pequeño brindis en mi honor,
como si yo fuese un rey o un señor importante. Asentí con mi cabeza, y con la
mirada le invite a que comiera y no tuviera reparo en repetir. No faltó ni
vino, ni esencias, no faltó las palabras, no falta la complicidad, no faltó la
tranquilidad y tampoco faltó los sueños por realizar.
Pero
cuando la luna en lo más alto brillaba, me pidió un solo minuto de
tranquilidad, un minuto de mi paciencia y me pidió que le acompañara en un
ritual, que el sólo conocía.
Señalo
a la luna, y haciendo tres giros sobre ella cerró los ojos, inspiro aire, y
antes de poder soltarlo dijo un nombre, un nombre que sonaba a melodía, que
sonaba a felicidad, que sonaba a libertad…
Expulsó
todo el aire, y volvió abrir los ojos, mis ojos incrédulos, querían una
explicación, querían saber por qué de esas cosas, y él me miro y me contesto… a
eso se le llama AMOR, cuando uno lo siente, no puede vivir sin él. Ya sé que en
tu tierra eso no existe y por eso nadie es feliz, pero ahora tú conoces el secreto,
y en tu, mano queda compartirlo o guardártelo para siempre.
Aquel
hombre volvió a brindar por mí, y por aquel secreto y se marcho a descansar. No
pude dejar de mirar a ese cielo lleno de luces y de colores, que ahora por fin
tenían sentido para mí, no podía mirar las cosas de la misma forma pues ya todo
era diferente.
Desde
aquel día he intentado explicar lo que es soñar con los ojos abiertos, he
intentado explicar que las monedas que recibimos no son importantes, y que sin
duda alguna, las flores no tienen sentido, sino se regalan con el corazón.
Muchos
me escucharon y otros muchos más, no lo hicieron…pero no me he rendido, y sigo
intentándolo.
Pero
amigo mío lo que debes saber es que el cielo ya no significa lo mismo para mi,
que las luces, tampoco brillan por que si, y que esa luna cómplices de tantos
también lo es mía… porque hoy yo tengo mi ritual, pues el amor me llegó en
forma de mujer, de mi amada, amiga y confidente, que hace que cada flor tenga
un color y un olor inolvidable…pues ella sin duda es mi… AMOR.
Pirata
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